por Pablo R.F.
El tema del trabajo puede abordarse de muchas maneras, ya sea
desde una perspectiva crítica y denuncia, ya sea como elemento
constituyente de la identidad, como sustento diario, como objetivo de
vida, como opresión del sujeto (de los explotadores y los
explotados), como una forma de escape, etc. O sea podemos decir que
El Trabajo es algo que da para mucho y no es menor si consideramos
que ha sido el método más aceptado de sustento para todo tipo de
sociedad organizada (con algunas escasas excepciones o propuestas más
bien contemporáneas). Haciendo una relación bien rápida, podemos
decir que hablar del trabajo es hablar de fuerzas productivas y
relaciones sociales de producción (en términos marxistas), o sea,
nos referimos a la historia de la sociedad (perdónenme la ligereza
del uso de los términos).
Bueno, supongo que es necesario que me explique. ¿Pa qué darse
esta lata introductoria en este medio de interés popular?, pues
simplemente para darle un sentido concreto al análisis y reflexión
con respecto a la temática.
Pasemos entonces a lo que nos convoca, el trabajo en Llay-Llay.
¿En qué trabaja la gente del pueblo? ¿con qué medios? ¿para qué
cosa trabaja? Estas no son preguntas que pueda responderme solo con
asegurar algo sin ninguna prueba, pero si son preguntas que cada
persona que ha pasado por la comuna puede responder con facilidad.
Hasta hace algunas décadas Llay-Llay era una comuna conocida por ser
eminentemente agrícola. Solía(mos) ser la capital mundial del ajo y
la cebolla (no nos tiremos tantas flores eso de la capital mundial
del Viento Viento, que las flores se las lleva el mismo viento). Hoy
en día la producción está enfocada principalmente en uvas, paltas,
y por lo que me contaron una vez (perdónenme la ignorancia), kiwis.
Bueno, tampoco es que importe mucho saber con que cosa los
terratenientes se llenan los bolsillos, porque para la/el temporerx,
los bolsillos siempre están a medio morir saltando por servir en la
mesa lo que siembra/cosecha en la tierra…
Después de la cosecha viene el procesamiento, quienes trabajan la
materia prima. Volvamos nuevamente al pasado y recordemos la ya
desmantelada Inducorn y su constante olor a caluga que impregnaba
buena parte de la zona urbana. Entre huelgas y negocios tránfugos la
planta se trasladó a Santiago y ahí quedó la escoba con los
desempleos. Volvamos más atrás y quienes hayan vivido o hayan
escuchado a quienes lo vivieron, sabrán del antiguo molino, del
matadero, de otras plantas procesadoras de alimentos (algunos
agregarán el Liceo Menesianos) y casi en los albores de la fundación
de la comuna, del ferrocarril.
El ferrocarril entre Santiago y Valparaíso, junto con la
agricultura fue la actividad laboral que más fuerte ha penetrado en
la mentalidad popular. Solo que los trenes ya no pasan, y los
temporerxs hacen lo posible para que sus hijxs no sigan sus pasos.
Sin embargo ahí están los ex ferroviarios y los agricultores de
siempre, las poblaciones ferroviarias y las zonas rurales. Muchos
obreros de anta
ño, pocos obreros
actuales. La generación que vivieron las reformas agrarias, los
jóvenes que entran al campo por sus padres para aportar al escaso
ingreso familiar y aquellos que buscan algo de dinero para el verano.
En resumen, Llay-Llay es un pueblo de aquellos que representa la
dualidad campesino-obrera en la mayor parte de su historia.
Oooyee pero ojo piojo, pal que no cacha o aun no se pega el
alcachofazo, Llay-Llay ya no es pueblo (la cantidad de habitantes
dicta que es una ciudad) y un sector importante de la población
trabaja en los servicios y el comercio (en el colegio si el/la profe
alcanzaba a enseñarte, le interesaba tu aprendizaje o si tenías
interés en la materia, aprendías que eso se llama Actividad
Terciaria). Pero también surge otro dilema: Los obreros-campesinos
ya no quieren que sus hijos sigan sus pasos, y muchos de los jóvenes
tampoco hemos deseado seguir esa ruta y es que entre la ruta 5 norte
y la ruta CH-60 la educación nos lleva a especializarnos técnicos o
profesionales. ¿Ya y que tanto? Mientras algunos aprovechan la
instancia para alejarse de lo que llaman pueblo de mierda o pueblo
fome otros vuelven (por su propia decisión o falta de oportunidades)
y trabajan en la misma comuna o sus alrededores. Y también están
los que les gustaría pasar más tiempo en el Viento-Viento pero que
simplemente no tienen (gran) cabida como los artistas o técnicos de
campo laboral reducido.
Con esto ocurre que la idiosincrasia del pueblo va mutando.
Nuestra historia hace rato que ya no es puramente obrera y campesina.
Incluso aun existiendo pirquineros, algunas fábricas que prometieron
gran fuente laboral (cof cof Cristalería Chile cof
cof) o buscan vender la pomá del progreso y el sueldo de Chile con
caca llamada Planta Procesadora de Minerales Preciosos o vampiros
chupasangre bombas extractoras de agua que dan pan para hoy
y hambre (o sed) para mañana, la realidad es que algunos nos
mantenemos en constante viaje, cambiamos de rubro, avanzamos en esto
de los nuevos tiempos (o vientos) y el trabajo de la tierra pasa a
ser cada vez más desplazado a un
trabajo esporádico o para que alguien más lo haga.
No me malinterpreten. No estoy pidiendo que por favor nos pongamos
a cosechar uvas con nuestras amigas abejas (cuídenlas que están en
peligro de extinción) y todos nos pongamos en una utopía media
hippie. Aunque suena interesante (al menos la idea me lo parece desde
una perspectiva anarquista), simplemente lo que escribo es un
esfuerzo por pensarnos u observarnos como llayllaínxs trabajadores
del 2015.
No me creo eso de que el trabajo dignifica al hombre, porque entre
esta frase medio burguesa y machista no veo cabida a nuestra
condición como sujetos pensantes, emocionales y sociales. Pero por
supuesto que influye y es que junto a aquello que nos permite pagar
las cuentas, aquello que dedicamos más tiempo en nuestro diario
vivir, termina siendo parte importante de nuestro pasado, nuestro
presente y nuestro futuro.
Me gustaría terminar haciendo un irónico homenaje a pararse al
medio de la plaza, entre la estatua de Manuel Rodríguez, quien dio
su vida al dedicarse a las guerrillas, entre la penosa y ruinosa
estación de Ferrocarriles que tanto trabajo y progreso trajo a la
comuna y entre un modernísimo Centro de Salud Familiar que a duras
penas complementa con más manos al sistema de salud de Llay-Llay.
Pareciera ser que El Pimiento acoge todas las épocas en esa plaza
triangular, chúpense esa mandarina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario