lunes, 24 de agosto de 2015

¿Quién decide sobre la memoria?

por Emma Rosa


La memoria, uno/a podría pensar, es algo privado, encerrado en cada ser humano, íntimo, personal. Pero la memoria, en el área pública, se materializa. Se transforma en nombres de calles, estatuas, cuadros, edificios que vemos cada día y que influyen la memoria de cada uno/a de nosotro/as. ¿Quién tiene el poder para decidir lo que se conmemora en público? - Un reporte sobre memorias conflictivas en Temuco y muchas preguntas para fomentar la recuperación de la memoria y la historia en Llay-Llay.

El ejemplo de Temuco
La ciudad de Temuco es un muy buen ejemplo para analizar cómo la memoria está relacionada con el poder. En la Plaza de Armas de Temuco encontramos el “Monumento a la Araucanía”. Inaugurado en el año 1990, con presencia del todavía dictador Augusto Pinochet, el monumento reúne a representantes del pueblo mapuche y a representantes de los conquistadores españoles y chilenos. El punto más alto del monumento es una machi, bailando con su tambor. Ella representa al pueblo mapuche como pueblo arcaico, laico; representa una posibilidad para mitificar y al mismo tiempo no tomar en cuenta de forma equivalente a los mapuche. El otro personaje Mapuche del monumento es el guerrillero Caupolicán, admirado por muchos chilenos como antecesor corajudo e implacable de lo que consideran como la “raza” chilena. Por sus ojos y expresión que le dio el escultor, parece un salvaje, lo que produce un fuerte contraste con los demás personajes. Los demás personajes representan a los chilenos y españoles que son religiosos, válidos y laboriosos – el contrario de lo que son, según prejuicios todavía repartidos, las características de personas mapuche. La imagen del mapuche flojo, criminal y alcohólico reina la fantasía de mucha gente en Chile. Según Álvaro Bello, de la Universidad de la Frontera, el monumento a la Araucanía representa la ilusión de una armonía y convivencia que nunca han existido en la Araucanía, terreno conquistado por el estado chileno de forma muy violenta en el siglo XIX – en una guerra a la que todavía algunas personas se refieren llamándola “guerra de la pacificación”. Ese nombre, igual que el monumento, influye mucho la memoria de cada persona viviendo en Chile.

Gente mapuche recuperando su memoria propia

“No hay justicia en la Araucanía.  Y a lo que llaman interculturalidad, no es una convivencia entre pares; es la dominación de los chilenos sobre los mapuche todavía”, dice Hernán Curiñir. Él es presidente de la “Asociación de investigación y desarrollo Mapuche” (AID), con sede en Temuco. La AID tiene como meta analizar del punto de vista mapuche lo que pasa no solamente en la Araucanía y en Chile, sino en el mundo en general; así, pretenden fomentar una economía endógena para la región; aspiran a vivir independiente de los ciclos económicos dominantes y de lo que el estado chileno considera como desarrollo adecuado para la Región, la más pobre de Chile. Actualmente, la AID está preparando un monumento para personas mapuche matados y desaparecidos durante la dictadura militar. Eso es importante, aunque ya existe un monumento a víctimas de la dictadura en Temuco. En ese monumento, no solamente faltan los nombres de muchas personas mapuche, sino también están mal escritos muchos nombres y apellidos. Eso también es una consecuencia de la política de “integración” que estaba realizando, desde el siglo XIX, el estado chileno. Ese no quería ser un estado plurinacional – lo que por ejemplo ahora se declaró Bolivia – sino una nación uniforma. Por ende, fueron “hispanizados” muchos nombres mapuches. Con el nuevo monumento, la AID pretende recuperar su memoria, su visión sobre el pasado. Porque la gente matada, fueron más que nombres y números, ni fueron víctimas pasivas: fueron personas que soñaban con un mundo mejor, lo que todavía hacen sus familias y amigo/as. Por ende, también es importante que el monumento no solamente consiste en estatuas, placas con los nombres de las personas fallecidas y un libro que trata sobre la historia que afectó a los fallecidos, sino que integra a la construcción de un Kuel, una práctica de memoria mapuche tradicional y que no se impone desde arriba – como pasa con la mayoría de monumentos – sino que involucra a la gente afectada. Las familias de los fallecidos van a llevar tierra de sus terrenos y con ésa formar el Kuel, que desde ese momento va a ser un lugar de la memoria. Un lugar de la memoria reconquistada; un lugar no dominado por la memoria del “león”, el vencedor, sino por la antílope – por ella que, durante tantos años, no pudo decidir sobre la forma de escribir la historia y de cómo conmemorarla.

 ¿Y qué memoria hay que recuperar en Llay-Llay?

 Muchas personas saben que “Llay-Llay” significa “Viento, Viento”, lo que podría equivaler a “mucho viento” o “viento fuerte”. Pero, ¿de donde viene ese nombre?  ¿Era un nombre que ya tenían los Mapuche para nuestra ciudad? ¿O es un nombre aymara?  ¿Por qué Llay-Llay no perdió su nombre durante la conquista española? - Alrededor de Llay-Llay, encontramos muchos nombres Mapuches, por ejemplo  “Vichiculen” o “Panquehue”. Detrás de esos nombres se esconde una historia larga, y de lo mismo políticas sobre la memoria.  ¿Por qué ya no sabemos por qué las ciudades y pueblos se llaman como se llaman? ¿A quién de nosotro/as ya han contado que, probablemente, lugares como Panquehue han sido “pueblos de indios”, donde tenían que vivir los indígenas antiguamente?  ¿Por qué una calle muy larga se llama Augustin Edwards?, ¿por qué no hay una calle de nombre Salvador Allende?  ¿Quién fue Juan Cortés, que le da su nombre a una población de Llay-Llay?  ¿Por qué se han encontrados, en el fundo “La Ensenada” de Vichiculen, los restos de personas matadas durante la dictadura? 
¿Quién decide sobre lo que se conmemora en el área pública de Llay-Llay?
Tenemos tanto que investigar, tanta memoria que recuperar! Por ende, les invito a todo/as, de juntarse con la Pulga para que investiguemos junto/as la historia, para que recuperemos la memoria de Llay-Llay. No hay que tener título de historiador/a para lograr eso. Lo que necesitamos es la convicción de que saber más sobre la historia hace que entendemos mejor lo que pasa hoy en día y que muchas veces la gente que tiene poder abusa de la historia, contándola a su manera para manipular a la gente.

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