domingo, 7 de mayo de 2017

Memoria en conflicto

por Carlos Miranda

El pasado dictatorial reciente de la historia de Chile, ha puesto en el debate público y académico el problema de la memoria histórica, entendida como el compromiso por no olvidar los crímenes cometidos por la dictadura en materia de derechos humanos, de modo que no solo las organizaciones cuyo fin explícito es la verdad y la justicia en los casos de violaciones de derechos humanos han insistido en la necesidad de no olvidar lo ocurrido, sino que también desde el mundo institucional estatal se han realizado una serie de acciones tendientes a preservar la memoria. En este sentido los monumentos recordatorios en distintos lugares del país, la creación de museos en los recintos donde se torturó y asesinó, la conservación de las galerías del Estadio Nacional que sirvieron como centro de detención, el rebautizo del ex Estadio Chile con el nombre de Víctor Jara y el propio Museo de la Memoria, son todos lugares que buscan mantener viva la memoria trágica de nuestro pasado reciente, con la justificación de que sin memoria no hay futuro (tal como reza el memorial del Estadio Nacional) y de que es preciso conocer el pasado para no repetir los mismos errores en el futuro.

Esta última afirmación justificatoria es de dudosa comprobación (la historia pareciera demostrar lo contrario, es decir, que las personas no aprendemos de los errores del pasado y no por falta de historiadores o de memoria) pero también muestra, en alguna medida, que la voluntad de recordar el horror dictatorial no se justifica en sí misma, no es evidente por si sola y, por ello, es preciso legitimarla para contravenir nuestra casi natural propensión individual a querer olvidar lo malo que nos pasó.

Por otra parte la memoria es un fenómeno problemático ya que se encuentra peligrosamente emparentada con la imaginación y no se libra fácilmente del olvido, el mal recuerdo y la impostura.

Además se puede apreciar que desde lo que podríamos llamar, “la memoria oficial”, no se busca mantener todos los recuerdos sino solo algunos, se priorizan ciertos acontecimientos o procesos como dignos de recordarse y a otros se los relega al olvido. ¿Quién hace dicha selección? ¿Qué criterios se utilizan? Así recordamos a las víctimas de la dictadura, pero en general no se recuerda mucho a los combatientes que murieron en acciones armadas; recordamos los centros de tortura, pero no recordamos la relación de ciertos grupos socioeconómicos con la dictadura; recordamos el terror desplegado por los militares, pero no la adhesión de muchos miembros de la Democracia Cristina a la dictadura hasta el año 1975 que coincide, justamente, con el periodo de mayor represión.
¿Por qué recordamos unas cosas y otras no? ¿Por qué desde el mundo institucional se priorizan ciertos recuerdos y otros se los relega al olvido oficial?

Creo que la respuesta está en señalar que la memoria es un fenómeno de carácter político, es decir, la memoria es también un ámbito de las disputas sociales y tal vez sea uno de los principales puntos en disputa. Ello porque la memoria en su dimensión colectiva, es decir, en cuanto pasado compartido por los miembros de una comunidad, es una dimensión fundamental de la identidad de grupo, es decir, lo que creemos que somos, lo que creemos que nos identifica como sociedad se desprende, en gran medida, de lo que recordamos colectivamente, por lo que nuestro pasado compartido nos cohesiona como grupo. En otros términos se puede afirmar que somos parte de una misma sociedad porque compartimos un pasado común.
En este sentido la memoria colectiva posee la función de unirnos como miembros de una misma comunidad pero lo recordado no “beneficia” a todos por igual, por lo que se entabla una lucha por definir como será esa memoria colectiva, que será lo recordado y que será olvidado.

En esta lucha la mayoría de las personas no participamos directamente y los actores principales son políticos, empresarios y élites en general las que a través de los monumentos, los feriados y los libros escolares de historia, definen qué será recordado colectivamente.

Por eso no hay un feriado para conmemorar la masacre de la Escuela Santa María de Iquique en 1907 o la nacionalización del cobre en 1971, ni conmemoramos el natalicio de Clotario Blest, tampoco recordamos colectivamente el genocidio de los pueblos australes, la guerra de invasión del territorio mapuche, ni la reforma agraria.

Por todo ello podemos afirmar que aquello que, oficialmente, se nos invita a recordar con monumentos, fiestas y fechas, no necesariamente es lo más importante de recordar y, además, esconde una multiplicidad de olvidos por lo que es importante que las comunidades de base estén siempre rememorando y rescatando aquello que se nos quiere hacer olvidar, porque la historia de los pueblos, de los barrios, de los oficios, etc. es una historia importante, aunque no salga en los libros de historia.

1 comentario:

  1. Con todas las personas que he hablado sobre el regimen dictatorial ocurrido en chile ocurre una cosa, vuelven a abrirse heridas que ya estaban casi sanadas; muchos hechos que ocurrieron son indiscutiblemente reprochables, tambien verosímiles, que uno podria creer que nunca ocurrieron pero pasaron... nunca más debe ocurrir en Chile tal irrupción a la democracia como es en venezuela por ejemplo.
    el título esta un poquito mal enfocado, podria ser mas enfocado a la historia que cuentas.

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