Por
Pancho Herrera López
Porque somos todos… el
que te juega al fútbol de barrio,
siempre es pobre, tiene una unión, el pobre siempre tiene una unión,
es distinto al ser rico, ¿me entendí?
siempre es pobre, tiene una unión, el pobre siempre tiene una unión,
es distinto al ser rico, ¿me entendí?
- “El Pistola”
Introducción.
La sociedad campesina se ha desarrollado distanciada de la historia oficial de nuestro país. De hecho, se ha trasformado en la sombra de nuestra supuesta sociedad global tan empecinada en procesos de desarrollo y materialismo. Ha sido la sombra por tanto tiempo que la mayoría de la gente no se da cuenta de la importancia de los elementos culturales presentes en la configuración de identidad nacional, identidad que parece perderse en el individualismo de una sociedad neoliberal, pero que aún se mantiene en la humildad de un partido de fútbol o una celebración.
Rolando Rojas explica en el prólogo a Tiempos de Carnaval: “aquello que el marxismo llamó las “clases sociales”, eran más bien prácticas sociales y formas de ver el mundo, y no (solo) posiciones específicas en el proceso de producción (09). Estas prácticas sociales se muestran a través de la relación con la comida, juegos, bailes, y todos los elementos que participan en la creación de la identidad. Pero para entender como este proceso de identidad se ha desarrollado es necesario visitar los orígenes de cómo un grupo de gente estableció una fuerte y particular conexión con ellos mismos y con el espacio físico y espiritual que comparten.
Cuando nos referimos a folclore, generalmente nos referimos a esos elementos que conectan el presente con tiempos ancestrales y originales. El estudio del folclore, entonces, se enfoca en objetos, gestos, rituales, historias, etc., en todo aquello que es considerado sobreviviente de un tiempo primordial. Como Brunvand explica “El folclore es la parte de la cultura tradicional que es no-institucional y no oficial. Comprende todo el conocimiento, entendimiento, valores, aptitudes, asunciones, sentimientos y creencias”. En consecuencia el fútbol, como deporte extranjero e institucionalizado no encajaría en la categoría de folclore. Sin embargo, en la mayoría de los pueblos rurales de este país, el fútbol ha adquirido una función social particular.
El objetivo principal de esta investigación es analizar esta nueva función social del fútbol, y cómo este deporte se ha trasformado el medio a través del cual se construye identidad. Entonces, esta investigación intenta demostrar que el fútbol rural, con todo lo que implica, se ha transformado en una manifestación real y moderna del folclore.
Este artículo está basado en una investigación de campo realizada en la comunidad rural llamada EL Roble, un pueblo de alrededor doscientos habitantes ubicado en Llay-Llay, Quinta región.
El artículo esta dividido en cinco partes. En la primera, el concepto de “Cristianismo Popular” es explicado para enmarcar las implicancias religiosas del fútbol rural. La segunda parte está dedicada a analizar el concepto de carnaval. En la tercera partes se describen las características principales del “Cristianismo Popular”: el carnaval, y el retorno a la madre tierra. En la cuarta parte se presenta una breve historia del pueblo bajo análisis. Finalmente, la quinta parte está dedicada al análisis del fútbol rural como manifestación moderna del carnaval.
En el trabajo, extractos de entrevistas hechas a varios Roblinos durante la investigación de campo son citadas para apoyar información teórica. Para presentar estos extractos, el nombre del entrevistado será indicado. Las transcripciones completas están incluidas como apéndices. Adicionalmente, se han insertado fotografías para retratar gráficamente ciertos enunciados.
Religión Popular
Cuando nos referimos a “Cristianismos Populares” en Latinoamérica , nos referimos a aquellas manifestaciones de la Cristiandad que se desarrollaron entre campesinos, esclavos y las clases oprimidas. Estas prácticas religiosas son generalmente etiquetadas como vulgares. La característica principal de este tipo de religión es la distancia que toma de las practicas oficiales de lo sagrado, en un intento de construir una identidad diferenciada.
La distancia entre religión oficial y creencias populares no es nueva, como Maximiliano Salinas expone en “Fiesta, Carnaval y Cristianismos Populares en Iberoamérica” incluido en En el Cielo Están Trillando:
Los cristianismos oficiales fueron los de los blancos y sus Iglesias ibéricas (españolas y portuguesas) durante el período colonial, y las Iglesias anglosajonas o romanizadas del período neocolonial. Estas han sido religiones de elite, o masificadas, a partir de los modelos europeos dominantes (127).
En contra reacción, la gente común, los trabajadores y los esclavos, “emprendieron otro camino histórico, ‘subterráneo,’ desconocido, reprimido” (127). Porque para la comunidad rural ser católico no significa ir al templo o recibir los sacramentos, como Ismael Arévalo explica: “creyentes somos todos los que creemos en Dios, no porque vayamos a misa o no vayamos a misa, eso no es ser creyente poh, o que vivai en familia y compartai y te unai con la gente no es creyente, el creyente es el que cree en Dios no más.”
En consecuencia, el ritualismo de la religión católica es simplificado en creencias honestas. Esta visión es apoyada por Vicente Herrera cuando comenta que “ser católico no es… yo pienso que uno es católico todos los días del año, no por ir a misa uno va a ser más católico, porque uno todos los días vive, vive bajo el mandamiento de Dios, yo pienso, y uno respeta la orden de Dios”.
De hecho, la comunidad esta tan conciente sobre las diferencia y distancia de la religión católica institucionalizada que se llega a creer que ni siquiera pertenecen a ella, como José Mondaca explica, cuando se refiere a sus expresiones particulares de lo sagrado “eso ya es otra religión que nosotros mismo inventamos…”
Salinas explica en sus estudios sobre religión popular, que las prácticas y nociones mantenidas por las sociedades rurales son una mezcla entre las tradiciones heredadas de las clases europeas oprimidas y las sociedades agrarias pre-hispánicas (134). De cada tradición, las sociedades rurales han adoptado una visión optimista de la existencia que se hace concreta en el carnaval y el culto a la madre tierra. Al adoptar estas dos tradiciones, la comunidad rural ha sido capaz de crear un nexo entre lo mundano y lo sagrado, y de esta forma sostener la vida espiritual que ha sido dañada por la explotación económica y la falta de participación efectiva en un sistema social global marginador. Al adoptar estas tradiciones, la gente rural ha tomado distancia de la sociedad dominante, que se dice ser católica pura, en un intento de vindicar su propia identidad y existencia.
El Carnaval
Mijael Bajtín en su estudio literario sobre el folklore medieval europeo titulado Rabelais y su mundo, define el carnaval como un espacio y tiempo en los cuales las leyes y reglas oficiales, aquellas instauradas por la sociedad dominante, son transgredidas y violadas. El objetivo principal del carnaval es recordar que todos los seres humanos, sin importar la posición social, son iguales y libres. Para esto, los líderes religiosos y políticos son satirizados y humillados alegóricamente.
El carnaval fue traído a América, como Salinas expone, por los “delincuentes o ‘pícaros,’ [t]ributarios de la cultura cómica y carnavalesca medieval, vinculados al sur de España [que] expresaron un cristianismo típico de las clases plebeyas, hostil a la Iglesia y la cultura noble” (129). La tradición del carnaval se mezclo fácil y rápidamente con la sociedad existente, formada principalmente por indígenas, campesinos y esclavos, quienes habían sido oprimidos económica, política y culturalmente por lo subyugadores aristócratas españoles. Entonces, no es difícil comprender por qué vieron en la interpretación cómica del mundo la salida perfecta a su propio sufrimiento.
El carnaval se transformó, como Salinas expone, en “una revancha carnavalesca frente a las Iglesias oficiales” (139). Dado que en el carnaval, la sociedad oprimida encontró su propio refugio, en donde se pueden sentir iguales y libre, y en donde todas las limitaciones y fronteras impuestas por la sociedad dominante son drásticamente borradas.
Sin embargo, Chile se convirtió en una república democrática casi doscientos años atrás. El Catolicismo se expandió a todos los rincones. La diferencias entre clases sociales fueron supuestamente eliminadas, y todos los carnavales famosos, como el de Brasil, se han institucionalizado. En estas condiciones, ¿es posible la existencia del carnaval en su sentido original?
La respuesta la proporciona Eco al explicar que “[s]i el carnaval ancestral y religioso estaba limitado en el tiempo, el carnaval moderno y masivo esta limitado en espacio” (05). Los carnavales solían estar regidos por el calendario, pero ahora, “está reservado a ciertos lugares”. Uno de esos lugares es, como intento demostrar, la cancha de fútbol.
La Virgen María y el retorno a la tierra.
Los cristianismos populares fueron fundados por las clases derrotadas. Era religiones de los negros y de los indígenas que vieron en el carnaval y la fiesta la clave para entender el mundo y su renacimiento.
Al principio, los principales carnavales y fiestas estaban asociados a la imagen extranjera de la Virgen María, cuya naturaleza divina/mundana y beata/humana recordaba la creencia en la madre tierra sostenida durante siglos por los indígenas. Salinas explica que la imagen de la virgen María se mezclo rápidamente con la diosas prehispánicas de la agricultura y las fuerzas telúricas Tonantzin, Pachamama, entre muchas otras:
Los símbolos religiosos populares se articulaban en torno a la figura indiscriminatoria y no-jerárquica de la Tierra-Madre . . . . Esta figura se encarnó, como decimos, en la imagen de la Virgen con sus cultos domésticos a través de grutas familiares o celebraciones populares del mes de maría en el contexto regocijante de la primavera. (259-260).
Al final, la imagen de la Virgen María absorbió todas los cultos a la madre tierra existentes previos a la conquista española, y la virgen María se convirtió en la “diosa” de la agricultura, de los campesinos y de la naturaleza. Es por esto que en tiempos modernos la Virgen María aparece en la más alta posición en la jerarquía divina. Hecho que puede ser demostrado por la enorme cantidad de grutas familiares presentes en los pueblos rurales.
Los habitantes del Roble, el pueblo bajo análisis,
proyectan tanto sus esperanzas divinas y paganas en la imagen de la
Virgen María. Nelson González explica al referirse a la prácticas
religiosas de su comunidad “hay mucha gente que igual son más
católicos que la chucha que te vienen a la cancha y le rezan a la
Virgen y a Dios y prenden velas pa’ quel Roble gane.” Desde esta
perspectiva es posible deducir dos ideas: primero, la importancia de
la Virgen como figura central del Catolicismo popular, y segundo,
cómo la gente proyecta esperanzas mundanas, tales como los partidos
de fútbol, en lo divino. Estos enunciados revelan la fuerte conexión
entre religión y fútbol. De hecho, es común encontrar imágenes de
la Virgen en las cercanías de las canchas de fútbol comunales, o en
su defecto, imágenes de Santa Teresita de los Andes, quién es
consideradas por los campesinos una virgen local.
Club deportivo El Roble: contexto teórico.
La comunidad del roble fue fundada en la década de los setenta por un grupo de campesinos quienes recibieron terrenos durante el proceso de expropiación agrícola impulsado por el gobierno. El objetivo de este proceso era despojar a los aristócratas de sus tierras y devolvérselas a los campesinos, y de esta forma eliminar el sistema social feudal que estaba fuertemente enraizado en Chile y la mayor parte de Latinoamérica.
Años más tarde se crea el Club Deportivo El Roble, en un intento de crear instancias de reunión y entretenimiento comunal. Todos los campesinos accedieron a donar parte de sus tierras para la creación de una cancha de fútbol. Este proceso se llevó a cabo en la gran mayoría de las comunidades vecinas lo que permitió la creación de campeonatos locales de fútbol. En la actualidad, cada club está altamente organizado, y los campeonatos locales evolucionaron en una liga competitiva en la que participan todos los clubes originados en las pequeñas comunidades campesinas.
Como se ha expresado anteriormente, el objetivo original de estos clubes era la promoción de la reunión y la entretención. Sin embargo, con el paso del tiempo, los clubes de fútbol crecieron, el fanatismo aumentó, y en consecuencia los clubes se transformaron en emblemas de cada pueblo. De hecho ser Roblino, que solía significar vivir en El Roble, ahora significa pertenecer al club deportivo.
Como efecto colateral, el rol de la religión fue ensombrecida por estas instituciones modernas, en el sentido de que ya no es la iglesia la que reúne y dirige a la comunidad, sino que es el club deportivo. Además, como Vicente Herrera y la mayoría de los Roblinos explican, el club de fútbol da sentido y valor a la existencia: “Más que un juego es una pasión, porque nos atrae todos los domingos a estar, por amor a la camiseta, apoyando al club que nos vio nacer, que venimos viendo desde pequeño y nos enorgullece ser parte de este club”
El partido de fútbol como carnaval.
Un día domingo normal pude ser retratado de la siguiente manera: al mediodía la comunidad se reúne en la cancha de fútbol local, o si los partidos son en otra área, la comunidad contrata un bus y viaja en conjunto. Los partidos están organizados en cinco divisiones: infantiles, senior, y tres equipos de adultos que son el centro de cada club. El último partido que es llamado “la primera” es el mejor equipo de cada club y el que recibe mayor atención. Las mujeres no juegan, a pesar de que se ha intentado la creación de ligas femeninas, que han sido infructuosas. A pesar de que el juego limpio es requerido, muchas veces los partidos terminan en conflictos y agresiones físicas que son olvidadas tan pronto como la jornada llega a su fin.
Después de todos los partidos, una especie de ritual llamado “el recibimiento” se lleva a cabo. En este ritual el club local entrega gratuitamente comida y vino a los visitantes. Generalmente estos recibimientos se transforman en fiestas, o más propiamente, carnavales.
En estas manifestaciones, el pueblo rural no solo celebra los partidos de fútbol, sino que también utilizan este momento pera alegrar y colorear sus vidas: cuentan chistes y anécdotas, se divierten, se burlan de otros y de ellos mismo, cantan, ríen, bailan. Sin embargo también pelean y lloran. En suma, dejan sus energías fluir. Estas expresiones siempre están acompañadas de comida y alcohol, elementos que acrecientan la atmósfera carnavalesca, y como Nelson González establece, “ganemos o perdamos, igual nos curamos.”
Los partidos de fútbol no sólo son una instancia de actividad física. También cumplen un importante rol social. En está línea Nelson González declara “a la final los días domingos, es el único día en que nos podimos juntar todos, vernos, porque a la final todos tenimos distintas pegas, distintos trabajos”, y José Mondaca añade: “si tu te dai cuenta, todos salimos a la cancha, es muy poca la gente que se queda en sus casas, entonces, te une y a la vez te hace compartir y querer más a la gente de tu sector, que es lo importante de todo esto”. Desde estas declaraciones es posible deducir la gran importancia de los partidos de fútbol, pues se han transformado en el único memento en que la comunidad puede reunirse, socializar y reafirmar sus lazos.
La función social del juego es uno de los temas discutidos por Isabel Cruz en La Fiesta: Metamorfosis de lo Cotidiano. De acuerdo a ella, durante el juego “la vida corriente se halla suspendida” (21). El juego, en este caso particular el fútbol, permite la creación de una burbuja temporal en la cual la rutina y la tensión creada por el trabajo es ignorada, Ismael Arévalo apoya esta visión al explicar que “en la semana peliai con los vecinos por esto, por lo otro, el día domingo no, están todos juntos, somos todos amigos, luchando por lo mismo.”
Desde la mirada anterior, es posible entender por qué el fútbol se ha transformado en un carnaval moderno, ya que funciona dentro de la comunidad como una demostración de libertad y equidad. De hecho, Ismael Arévalo e Ivonne Cortés son jefes de varios Roblinos entrevistados, y como es posible observar en las entrevistas, el trato del día domingo es de igualdad.
En estos días, no quedan reyes para ser descoronados, ni líderes religiosos para ser satirizados. El carnaval moderno, como se revela en el fútbol rural, es una rebelión en contra de la rutina, el individualismo y especialmente en contra de la estructura jerárquica creada por un sistema económico que transforma gente en piezas de una cadena de producción. Durante el partido de fútbol, los problemas son olvidados, y la precarias condiciones en que estos pueblos viven, culturalmente y económicamente, son ignoradas. El Fútbol se ha transformado en una celebración de la vida, y como Nelson Gonzáles indica “pa’ nosotros lo primordial es el deporte del día domingo y no hay nada más”
La función social del fútbol va incluso más allá si tomamos en consideración la visión de Platón en este tema:
Para Platón, la identidad entre el juego y la acción sacra se daba sin reservas. No tenía reparos, el filósofo, en incluir las cosas sagradas en la categoría de juego, señalando: hay que proceder seriamente en las cosas serias y no al revés. Dios es por naturaleza digno de la más santa seriedad. Pero el hombre ha sido hecho para ser un juguete de Dios y esto es lo mejor de él. Por eso tiene que vivir la vida de esta manera, jugando los más bellos juegos, con un sentido contrario al de ahora . . . Jugando ciertos juegos hay que sacrificar, cantar y danzar para congraciarse con los dioses, defenderse de los enemigos y conseguir la victoria (Cruz, 20).
En consecuencia, el entusiasmo exacerbado presente en la relación comunidad rural y fútbol puede ser entendido si consideramos las implicancias divinas del juego. Entonces, es claro por qué para muchos Roblinos el fútbol deja de ser un juego y se transforma en una pasión, como se revela en sus respuestas sobre sus mayores sueños:
José Herrera: ¿Cuál es su mayor sueño?
Nelson González: Que el Roble salga campeón. Y el Colo también.
Ismael Arévalo: Salir campeón con el Roble, salir campeón con Colo-Colo…
Vicente Herrera: Ganar el título con el Roble, cualquier título…
José Mondaca: Yo tengo tres sueños en mi vida, ir a Argentina a ver unas eliminatorias y gritar un Ce-Hache-I … mi otro sueño es que salga campeón la U, campeón de algo a nivel internacional, y lo otro que yo pienso que en un año o dos años más tendríamos que salir campeones con el Roble.
Ahora, está claro por qué el fútbol rural pude ser visto como una manifestación moderna del carnaval y del folclore, pues la comunidades rurales utilizan este deporte para sostener su existencia y vindicar sus identidad a pesar de estar distantes de un sistema social, cultural y económico que las ha abandonado. En vez de sufrir, celebran sus vidas.
Conclusión
El consumismo de las sociedades capitalistas modernas ha convertido todo en productos vendibles: desde el conocimiento a la religión, desde las vidas a los sentimientos, desde televisores a personas. En consecuencia, el mundo occidental se encuentra sumergido en una carrera infinita por el poder económico y social. Esta carrera evoluciona rápida e inexorablemente mente en individualismo.
La contra reacción de los campesinos a esta creciente sociedad individualista yace en la mantención de la alegría y la espiritualidad en una actividad humilde: el partido de fútbol. En la cancha de fútbol, los divino se cruza con lo profano guiado por las fuerzas dionisiacas materializadas en el carnaval.
El Catolicismo, impuestos en estas tierras a través de la espada, se transformó en una herramienta de la obediencia y el sacrificio. Al final, las clases oprimidas aceptaron la cultura del subyugador, pero en las sombras, en los valles, en los potreros, pervirtieron a los dioses, el cielo y las reglas divinas, puesto que la Iglesia Católica es la máscara que esconde al opresor y al agresor.
Club deportivo El Roble: contexto teórico.
La comunidad del roble fue fundada en la década de los setenta por un grupo de campesinos quienes recibieron terrenos durante el proceso de expropiación agrícola impulsado por el gobierno. El objetivo de este proceso era despojar a los aristócratas de sus tierras y devolvérselas a los campesinos, y de esta forma eliminar el sistema social feudal que estaba fuertemente enraizado en Chile y la mayor parte de Latinoamérica.
Años más tarde se crea el Club Deportivo El Roble, en un intento de crear instancias de reunión y entretenimiento comunal. Todos los campesinos accedieron a donar parte de sus tierras para la creación de una cancha de fútbol. Este proceso se llevó a cabo en la gran mayoría de las comunidades vecinas lo que permitió la creación de campeonatos locales de fútbol. En la actualidad, cada club está altamente organizado, y los campeonatos locales evolucionaron en una liga competitiva en la que participan todos los clubes originados en las pequeñas comunidades campesinas.
Como se ha expresado anteriormente, el objetivo original de estos clubes era la promoción de la reunión y la entretención. Sin embargo, con el paso del tiempo, los clubes de fútbol crecieron, el fanatismo aumentó, y en consecuencia los clubes se transformaron en emblemas de cada pueblo. De hecho ser Roblino, que solía significar vivir en El Roble, ahora significa pertenecer al club deportivo.
Como efecto colateral, el rol de la religión fue ensombrecida por estas instituciones modernas, en el sentido de que ya no es la iglesia la que reúne y dirige a la comunidad, sino que es el club deportivo. Además, como Vicente Herrera y la mayoría de los Roblinos explican, el club de fútbol da sentido y valor a la existencia: “Más que un juego es una pasión, porque nos atrae todos los domingos a estar, por amor a la camiseta, apoyando al club que nos vio nacer, que venimos viendo desde pequeño y nos enorgullece ser parte de este club”
El partido de fútbol como carnaval.
Un día domingo normal pude ser retratado de la siguiente manera: al mediodía la comunidad se reúne en la cancha de fútbol local, o si los partidos son en otra área, la comunidad contrata un bus y viaja en conjunto. Los partidos están organizados en cinco divisiones: infantiles, senior, y tres equipos de adultos que son el centro de cada club. El último partido que es llamado “la primera” es el mejor equipo de cada club y el que recibe mayor atención. Las mujeres no juegan, a pesar de que se ha intentado la creación de ligas femeninas, que han sido infructuosas. A pesar de que el juego limpio es requerido, muchas veces los partidos terminan en conflictos y agresiones físicas que son olvidadas tan pronto como la jornada llega a su fin.
Después de todos los partidos, una especie de ritual llamado “el recibimiento” se lleva a cabo. En este ritual el club local entrega gratuitamente comida y vino a los visitantes. Generalmente estos recibimientos se transforman en fiestas, o más propiamente, carnavales.
En estas manifestaciones, el pueblo rural no solo celebra los partidos de fútbol, sino que también utilizan este momento pera alegrar y colorear sus vidas: cuentan chistes y anécdotas, se divierten, se burlan de otros y de ellos mismo, cantan, ríen, bailan. Sin embargo también pelean y lloran. En suma, dejan sus energías fluir. Estas expresiones siempre están acompañadas de comida y alcohol, elementos que acrecientan la atmósfera carnavalesca, y como Nelson González establece, “ganemos o perdamos, igual nos curamos.”
Los partidos de fútbol no sólo son una instancia de actividad física. También cumplen un importante rol social. En está línea Nelson González declara “a la final los días domingos, es el único día en que nos podimos juntar todos, vernos, porque a la final todos tenimos distintas pegas, distintos trabajos”, y José Mondaca añade: “si tu te dai cuenta, todos salimos a la cancha, es muy poca la gente que se queda en sus casas, entonces, te une y a la vez te hace compartir y querer más a la gente de tu sector, que es lo importante de todo esto”. Desde estas declaraciones es posible deducir la gran importancia de los partidos de fútbol, pues se han transformado en el único memento en que la comunidad puede reunirse, socializar y reafirmar sus lazos.
La función social del juego es uno de los temas discutidos por Isabel Cruz en La Fiesta: Metamorfosis de lo Cotidiano. De acuerdo a ella, durante el juego “la vida corriente se halla suspendida” (21). El juego, en este caso particular el fútbol, permite la creación de una burbuja temporal en la cual la rutina y la tensión creada por el trabajo es ignorada, Ismael Arévalo apoya esta visión al explicar que “en la semana peliai con los vecinos por esto, por lo otro, el día domingo no, están todos juntos, somos todos amigos, luchando por lo mismo.”
Desde la mirada anterior, es posible entender por qué el fútbol se ha transformado en un carnaval moderno, ya que funciona dentro de la comunidad como una demostración de libertad y equidad. De hecho, Ismael Arévalo e Ivonne Cortés son jefes de varios Roblinos entrevistados, y como es posible observar en las entrevistas, el trato del día domingo es de igualdad.
En estos días, no quedan reyes para ser descoronados, ni líderes religiosos para ser satirizados. El carnaval moderno, como se revela en el fútbol rural, es una rebelión en contra de la rutina, el individualismo y especialmente en contra de la estructura jerárquica creada por un sistema económico que transforma gente en piezas de una cadena de producción. Durante el partido de fútbol, los problemas son olvidados, y la precarias condiciones en que estos pueblos viven, culturalmente y económicamente, son ignoradas. El Fútbol se ha transformado en una celebración de la vida, y como Nelson Gonzáles indica “pa’ nosotros lo primordial es el deporte del día domingo y no hay nada más”
La función social del fútbol va incluso más allá si tomamos en consideración la visión de Platón en este tema:
Para Platón, la identidad entre el juego y la acción sacra se daba sin reservas. No tenía reparos, el filósofo, en incluir las cosas sagradas en la categoría de juego, señalando: hay que proceder seriamente en las cosas serias y no al revés. Dios es por naturaleza digno de la más santa seriedad. Pero el hombre ha sido hecho para ser un juguete de Dios y esto es lo mejor de él. Por eso tiene que vivir la vida de esta manera, jugando los más bellos juegos, con un sentido contrario al de ahora . . . Jugando ciertos juegos hay que sacrificar, cantar y danzar para congraciarse con los dioses, defenderse de los enemigos y conseguir la victoria (Cruz, 20).
En consecuencia, el entusiasmo exacerbado presente en la relación comunidad rural y fútbol puede ser entendido si consideramos las implicancias divinas del juego. Entonces, es claro por qué para muchos Roblinos el fútbol deja de ser un juego y se transforma en una pasión, como se revela en sus respuestas sobre sus mayores sueños:
José Herrera: ¿Cuál es su mayor sueño?
Nelson González: Que el Roble salga campeón. Y el Colo también.
Ismael Arévalo: Salir campeón con el Roble, salir campeón con Colo-Colo…
Vicente Herrera: Ganar el título con el Roble, cualquier título…
José Mondaca: Yo tengo tres sueños en mi vida, ir a Argentina a ver unas eliminatorias y gritar un Ce-Hache-I … mi otro sueño es que salga campeón la U, campeón de algo a nivel internacional, y lo otro que yo pienso que en un año o dos años más tendríamos que salir campeones con el Roble.
Ahora, está claro por qué el fútbol rural pude ser visto como una manifestación moderna del carnaval y del folclore, pues la comunidades rurales utilizan este deporte para sostener su existencia y vindicar sus identidad a pesar de estar distantes de un sistema social, cultural y económico que las ha abandonado. En vez de sufrir, celebran sus vidas.
Conclusión
El consumismo de las sociedades capitalistas modernas ha convertido todo en productos vendibles: desde el conocimiento a la religión, desde las vidas a los sentimientos, desde televisores a personas. En consecuencia, el mundo occidental se encuentra sumergido en una carrera infinita por el poder económico y social. Esta carrera evoluciona rápida e inexorablemente mente en individualismo.
La contra reacción de los campesinos a esta creciente sociedad individualista yace en la mantención de la alegría y la espiritualidad en una actividad humilde: el partido de fútbol. En la cancha de fútbol, los divino se cruza con lo profano guiado por las fuerzas dionisiacas materializadas en el carnaval.
El Catolicismo, impuestos en estas tierras a través de la espada, se transformó en una herramienta de la obediencia y el sacrificio. Al final, las clases oprimidas aceptaron la cultura del subyugador, pero en las sombras, en los valles, en los potreros, pervirtieron a los dioses, el cielo y las reglas divinas, puesto que la Iglesia Católica es la máscara que esconde al opresor y al agresor.
Es por esto
que una nueva forma de percibir lo divino encontró un suelo fértil
en las tierras donada por la comunidad, como un recordatorio de la
vida de aquí y ahora, pues no existe el paraíso en el cielo, pero
sí en los campos de El Roble. En la cancha de fútbol, la
incontenible conciencia de sentirse vivo es capaz de superar, al
menos por noventa minutos, los dolores y el abandono de una comunidad
que decidió celebrar su existencia cada domingo, rodeado de cerros,
viento y vino.
El Fútbol rural comprende “todo el conocimiento, entendimiento, valores, aptitudes, asunciones, sentimientos y creencias” de la sociedad campesina. Entonces, ¿debería ser el fútbol considerado como folclor.” Indudablemente sí.
El Fútbol rural comprende “todo el conocimiento, entendimiento, valores, aptitudes, asunciones, sentimientos y creencias” de la sociedad campesina. Entonces, ¿debería ser el fútbol considerado como folclor.” Indudablemente sí.